lunes, 16 de mayo de 2016

El sueño del recién nacido

Los seis estados de vigilia del recién nacido

Del sueño a la vigilia, el recién nacido puede encontrarse en uno de los seis «estados de vigilia» siguientes.
Sueño tranquilo profundo (estadio 1): duerme profundamente, sin la menor agitación visible, pero sus músculos están tónicos. Durante esta fase es cuando se segrega la
hormona del crecimiento.
Sueño activo paradójico (estadio 2): su rostro es expresivo, tiene los párpados entreabiertos, mueve los pies o las manos y su respiración es irregular. Parece que va a despertarse en cualquier momento.
Adormecimiento (estadio 3): está en un estado provisional de semi-somnolencia. Si lo tomas en brazos o le hablas en ese momento, puede despertar.
Despierto tranquilo (estadio 4): está tranquilo, atento a su entorno; se mueve poco, pero es capaz de «responder» imitando una sonrisa o un gesto.
Despierto activo (estadio 5): mueve brazos y piernas y parece que puede ponerse nervioso fácilmente.
Despierto agitado (estadio 6): se pone nervioso, llora y, pese a tus esfuerzos, no consigues calmarle. Durante las primeras semanas, estas fases en que está despierto y agitado son más frecuentes y más largas que las de vigilia o de sueño tranquilo; más adelante se van reduciendo, para desaparecer hacia el tercer mes.

Un marco propicio

Ante todo, un clima afectivo sereno es lo que más favorece el sueño del bebé. Pero también encuentra una sensación de seguridad en los objetos familiares que le rodean.
Disponer de una habitación o de un espacio reservado a sus horas de sueño también le ayudará gradualmente a dormirse sin ti.
¿Dormir con él? De vez en cuando, quizás tengas ganas de dejar que tu bebé duerma contigo, en tu cama. Sin embargo, es mejor que eso no se convierta en un hábito, sobre todo después de los 3 meses. Tu bebé necesita una habitación o un espacio para él. Si lo tienes siempre contigo, si oye siempre hasta el menor de tus movimientos, le resultará más difícil organizar el sueño por sí mismo. El bebé se pasa mucho tiempo durmiendo, y la preciosa canastilla pronto se queda pequeña. Dentro de su cama o de su cuna ya puedes disponer algunos elementos que para él se convertirán en un universo familiar y divertido, pero sin abusar, ya que un exceso de móviles, peluches o sonajeros podría estimularle demasiado y, por lo tanto, ponerle nervioso.

Para ayudarle a dormir

Pasadas las primeras semanas, en general el bebé se duerme mejor justo después de eructar. A menudo es el momento de los mimos. Ya sea tendido sobre ti, o acurrucado en brazos del padre, encuentra las voces, los olores y los gestos que le tranquilizan.
Hay que diferenciar bien los momentos de contacto y de juegos de aquellos otros propicios para el sueño. Para que se duerma, no Hay que hablarle ni llamar su atención, sino permanecer en silencio. A veces, el bebé se duerme en tus brazos. En la medida de lo posible, evita que eso suceda sistemáticamente. Es mejor que el bebé aprenda también a dormirse solo. Una vez en la cuna, si llora un poco, ponle la mano encima para calmarle susurrando unas palabras o una canción. Quizás acabe por dormirse, pero intenta no volver a tomarlo en brazos enseguida. Por supuesto,
asegúrate de que nada le molesta, de que no tiene calor y de que está limpio. Todos estos consejos se aplican aún con mayor motivo por la noche.
¡Ni somníferos ni jarabes! No existen medicamentos adaptados para hacer dormir a un bebé. Los somníferos pueden afectar al desarrollo de su cerebro, en plena maduración. Y los jarabes, que contienen antihistamínicos (contra las manifestaciones alérgicas) o neurolépticos y benzodiacepinas (tranquilizantes), tampoco convienen a los bebés.

Respetar su sueño

Cuando el bebé duerme, necesita tranquilidad. Los pequeños ruidos no le molestan, pero un aspirador o un portazo sin duda le despertarán. A veces, los padres perturban el sueño del bebé al querer hacerlo demasiado bien o debido a la ansiedad. Se acercan con frecuencia a la cuna para comprobar que está bien y, sin querer, despiertan al niño y perturban sus ritmos.
No hay que confundir el estar despierto con el sueño paradójico A veces, con la falta de experiencia, se puede confundir el sueño activo paradójico con un estado de vigilia : el niño parece agitado, abre los ojos, sonríe o lloriquea estando dormido. Pero si lo tomas en brazos en ese momento, le costará mucho volver a dormirse. Es mejor que esperes a que despierte del todo. Pronto sabrás diferenciarlo.
Un bebé bien despierto muestra dos actitudes posibles: o bien está tranquilo, y por ejemplo te mira con los ojos bien abiertos, o bien llora de forma enérgica.

Frente al llanto nocturno

Cuando aún es muy pequeño, antes del primer mes, tu bebé tiene una gran necesidad de que le tranquilices, y tus brazos a veces son la única manera de calmarle. Pero cuando crece, a partir de los 3 meses aproximadamente, enséñale que la noche está hecha para dormir. Y si llora después de comer y de cambiarle, tranquilízale con tu voz y explícale que es hora de dormir (los bebés entienden muy bien lo que se les dice, nunca les hablamos bastante). Si esto falla, siempre puedes tomarle en brazos. Y si, pese a todo, le ofreces la posibilidad de volver a dormirse de vez en cuando sin tu intervención, le ayudarás a conquistar poco a poco su autonomía.

La «crisis» del final del día

Entre la segunda y la décima semanas, con un pico hacia la sexta semana, a menudo entre las 17 y las 23 horas, el bebé se pone a llorar y hasta se retuerce, dando las primeras señales de un intenso malestar. Sin embargo, está limpio, ha bebido y no tiene calor… Es la «ansiedad del anochecer» (los pediatras hablan de «disritmia de la noche»). Este estado frecuente y pasajero corresponde a una fase de vigilia agitada que
desaparece hacia los 3 meses. Tu bebé, que no tiene otra manera de descargar la tensión acumulada durante el día, se «desahoga». Ello forma parte de su adaptación a los ritmos del día y de la noche. Cuando estas crisis de llanto duran más de dos horas, lo cual no es imposible, tus nervios y los del padre se ven sometidos a una dura prueba. Hay que esforzarse por mantener la calma, si no el bebé notará la ansiedad y gritará aún más. Se le puede consolar acunándole, en un ambiente de luz tenue, pero sin hablarle. Y si no se calma, hay que tranquilizarse, porque por mucho amor que reciba puede sentirse desconsolado.
Posibles errores de interpretación Los dolores abdominales que aparecen de forma más irregular durante el día no bastan para explicar por qué llora de noche. Otro error sería interpretar que llora porque tiene hambre. No intentes dar de comer al bebé para calmarle. Procura mantener la sangre fría y rodéale de un ambiente en calma hasta que encuentre su ritmo.

Los métodos

Los períodos de vigilia de un recién nacido son breves, pero muy intensos, dado que todo, sin excepción, es nuevo para él. Ahora se alimenta y respira solo; además, del exterior le llega incontable información visual, sonora, táctil, afectiva… A cada instante aprende y crece, y se recupera de todos estos esfuerzos durmiendo. Pero el sueño no aporta tan sólo reposo al bebé, sino que también es un factor esencial de su desarrollo físico y mental. Cuando el bebé duerme, su cuerpo segrega una hormona del crecimiento. Los circuitos neuronales (nerviosos) también se forman en ese momento, y sus primeras experiencias se inscriben en él. En suma, el sueño es indispensable para él. Así, durante los primeros días, la gran mayoría de los neonatos necesita dormir entre 20 y 23 horas al día; más adelante, de 16 a 20 horas, hasta la edad de un mes, y finalmente, de 16 a 18 horas entre el primer y el cuarto mes.

Un ritmo guiado por el apetito

El recién nacido se despierta a menudo, entre otras cosas porque tiene hambre. Hasta que no alcance un peso suficiente, las tomas deben ser poco espaciadas.
Paulatinamente, su organismo podrá aceptar ingestas menos frecuentes. En general, hacia los 4 meses el bebé duerme de noche y come por lo menos cuatro veces al día.

Pero esta evolución seguirá el ritmo de tu bebé, no puedes imponérselo, sino que se producirá por sí solo. Únicamente puedes favorecerlo respetando dos consejos: no le des de comer cada vez que llora un poco y no le despiertes nunca para darle de comer.
El primer mes Al principio, el recién nacido raramente duerme más de tres horas seguidas. Y cuando se despierta tiene hambre, tanto de día como de noche. A esta edad, necesita comer entre seis y ocho veces al día. Es él quien determinará el número de tomas. Sin embargo, deja que pasen por lo menos dos horas entre cada comida, el tiempo necesario para que digiera bien la leche de la última toma. Si llora antes de hora, procura calmarle sin darle de comer.
De 1 a 4 meses Poco a poco, el bebé será capaz de dormir durante más tiempo sin despertarse, y el número de comidas disminuirá. Algunos niños no duermen una noche seguida hasta los 6 meses o incluso 1 año, mientras que otros ya duermen entre 6 u 8 horas seguidas cuando salen de la maternidad. Eso depende mucho más del bebé que de la actitud de los padres. Los pediatras consideran que cuando tiene un peso de 5 o 6 kilos, el bebé cuenta con reservas suficientes para pasar sin una toma o un biberón toda la noche.
Pero en la práctica, eso varía mucho de un niño a otro, independientemente del peso y la edad.

Distinguir el día y la noche

No puedes esperar que tu bebé sea capaz de distinguir entre el día y la noche antes del primer mes. A partir de entonces, empieza a diferenciarlos progresivamente; duerme más de noche y menos de día. Hacia los 4 meses, este aprendizaje ya suele haber terminado.
Ambientes distintos Es posible diferenciar muy pronto las tomas del día de las de la noche rodeándolas de ritos distintos. De día, el bebé es estimulado por los ruidos cotidianos y el sonido de las voces. De noche todo está más calmado. Para evocar este ambiente, puedes encender una luz tenue, no intentes hacerle sonreír y procura que vuelva a dormirse en cuanto haya eructado.
Primeros rituales para irse a dormir Cuando el bebé empieza a dormir más horas durante la noche, también puedes instaurar ciertos ritos después de la última toma del día. Por ejemplo, después de cambiarle, ponle la ropa de dormir, acuéstale, dile «buenas noches», cierra las cortinas y apaga la luz, y poco a poco entenderá la diferencia entre el día y la noche.





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