miércoles, 22 de junio de 2016

Mamá, ¿me lo compras?

Es cierto que los regalos son una manifestación de cariño, pero hay que aprender a medirlos. El niño tiene que entender que no es posible concederle todo lo que desea.

Con frecuencia, ante un juguete o una golosina, el niño insiste: “¿Me lo compras?”. Luego, tras cada negativa, se repite la escena en que el niño “recompensa” a los padres con caras largas, desquites y desaires: “Entonces, es que no me quieres”. De esta manera, intuye los puntos débiles de papá o mamá, generalmente basados en el sentimiento de culpa e inadecuación, y ejerce presión.

¿Por qué  se cede tan fácilmente a las peticiones del niño? ¿Tal vez con los regalos se quiere dar una prueba de amor? ¿O quizás intentamos hacernos “perdonar” por el escaso tiempo que le podemos dedicar al niño? Todo el mundo conoce perfectamente los mecanismos de las compensaciones afectivas. Nosotros mismos intercambiamos sentimientos por objetos: cuando nos sentimos bajos de moral, entramos a una tienda a comprar medio kilo de pastas de té, un conjunto o un par de zapatos nuevos. “Nos lo merecemos”, decimos, y así nos autojustificamos.

Sin querer, transmitimos el mismo principio a los niños. Si estamos ausentes durante el día, volvemos a casa con unregalo y, cuando el pequeño se lleva todas las atenciones, se intenta contentar al hermano mayor con algún juguete.

Es así como nace una relación viciada en la que el regalo y los objetos se convierten en un medio de comunicación entre adultos y niños. Pero, si se observa atentamente, lo viciado es la relación, no el niño. El resultado es inevitable: si damos afecto a través de las cosas, el niño exigirá afecto pidiendo nuevos juguetes.
Hay que entender que la actitud del niño no es un capricho ni un acto de hostilidad; quiere comprobar cómo funcionan las relaciones con los adultos.
No se trata de discutir, sino de intentar transmitir nuestras peticiones con suave firmeza, con lo cual se conseguirá evitar y contrarrestar los chantajes del niño.

Veamos, por ejemplo, el caso de Martina, de cuatro años. Extasiada ante las muñecas de la juguetería, no ha conseguido convencer a su madre de que le compre “al menos una”. Ahora tiene que volver a casa con las manos vacías, convencida de haber sido víctima de una enorme injusticia.
¿Cómo debéis explicarle que los regalos no tienen nada que ver con el amor?

• Demostradle que entendéis sus deseos. Ayudadle a expresar lo que siente, aunque a vosotros os parezca un capricho: “Te hubiera gustado tener todas las muñecas de la tienda, ¿verdad?”, se le debe preguntar dulcemente. “¡Son realmente preciosas! ¡Con los zapatos y los trajes floreados!”. Martina sentirá que estáis a su lado. En vuestras palabras, reconocerá lo que ha experimentado, a la vez que se sentirá comprendida en su reacción de desilusión y rabia.

• No deis vuestra opinión. “¿Qué muñeca te gustaba más? ¿La que llevaba el corpiño azul o la de la sombrilla?”. Animada por estas palabras y estas preguntas, Martina empezará a describir lo que ha visto. Es importante escucharle con mucha atención, pero sin emitir ningún juicio. Es lo que los expertos en psicología infantil llaman “escucha activa”, una forma de escuchar en la que se comprenden los entusiasmos, las desilusiones, los miedos y las rabias del interlocutor; de este modo, se siente entendido y querido.

• Ahora, ya podéis explicar vuestro punto de vista. Antes habrá que anunciarle de forma clara vuestras intenciones y captar la atención de la niña: “Ahora, te explicaré por qué no he querido comprarte la muñeca”. De esta forma, se capta la intención y Martina está en un estado de ánimo adecuado para escuchar las razones por las que le habéis negado la muñeca.    


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